Crónica de un Ego

Empiezo a pensar que la raíz creativa de un escritor, tanto como la del filosofo, parten de la duda. Después de leer a René Descartes en sus Meditaciones Metafísicas, me di cuenta del amplio panorama de la realidad que nos provee nuestro cerebro. Las acciones se acompañan de una intensión previa. Pero si la acción no se concreta, ¿Hacia dónde va nuestra intensión? Plagada de intensiones trato de detener este caudal de ideas y establecer un orden. Ser sistemático puede resultar muy positivo, pero a la vez insostenible con el paso del tiempo. ¿Cuál es en verdad el objetivo de la acción? ¿Son realmente importantes todas estas preguntas, o simplemente habrá llegado la hora de accionar? El tiempo se encargó de borrar los pasos previos a los logros y a pesar de conocer el lugar de destino, no alcanzo a ver la ruta adecuada. Y digo adecuada, porque evidentemente, si es la correcta, será la que conduzca a donde quiera llegar. Ahora bien, ¿Cómo se hace para ordenar tantas rutas, senderos y pasadizos, en un mundo plagado de lugares por visitar? Empiezo a comprender que las cosas en simultáneo taran a cualquier cerebro poco preparado para la cultura del éxito. Establecer los motivos que me provocan tal estado, sería un excelente punto de partida. Por otro lado, o acto seguido, no queda mas que asumir el rol de un gran cartógrafo y ponerse a trabajar. Pero siempre hay un Pero, y radica en el mar de creatividad, la ambivalencia, el miedo y falta de rigor, que llena de semáforos en rojo, cada uno de mis días. ¿Será cuestión de aburrirse de una vez por todas y ser constante, al menos en una cosa? ¿Dónde está la lucidez, cuando se asoma la pereza? Escribir es hacer algo concreto. En mi caso, es desnudar mis incógnitas para seguir camino. ¿No es esto entonces haber accionado? De esta forma continuaré mi tesis sobre el paisaje urbano, desnudando intensiones, accionando y transitando.

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