Confesiones de un invierno caluroso

Incomunicada y lejos de toda ambición, me doy cuenta de que el camino, es por acá. Me acomodo en los instintos más triviales que ya no lo son, y dejo que el viento me diga para donde ir. Como he dicho más de una vez, “se me caen las teorías” y esas teorías me han llevado tanto tiempo de lectura… Horas, días pasando, y yo que me sigo conociendo. Tiré mis miedos por la borda y aquí estoy. Desnuda, dócil y con una incertidumbre descarada.

Cuando nos gusta una persona, es imposible no inclinar la cabeza hacia un costado y sonreír, como si en esa sonrisa nos jugáramos la final del mundo. Cuando tenía resuelto mi futuro más cercano, un cuerpo atractivo golpea mi ventana, para crear un universo paralelo entre el deber y el querer ser. La seducción comienza un camino tan hermoso como la seducción misma. Sus palabras me fascinan y su mirada es encantadora. Es tan fácil encontrar una presa y tan difícil no convertirse en una. Es tan sincera la culpa que siento por haberla atrapado, que es imposible parar, siento merecerla. De buenas a primeras, llego a mi otra vez. Una y otra vez el fuego jugando conmigo. Otra vez con ganas de ir más allá, otro viaje, otra noche más.

Esa noche quedó corta y la mañana del día siguiente se encargó de tatuarme sus labios. Qué belleza es ese cuerpo, qué femenina mi intensión por conservarlo tal cual me acaricia. Por dios! todo es fuego, me arde la intensión y ella se convierte en deseo. Cada acercamiento es una tormenta de magia que ofrece su mejor truco.

Sus años no revisten titubeos, y baila como nadie. Le teme a la repetición, como todos le tememos. Se resguarda para no pasar frío, o mejor dicho, teme quemarse con el hielo. Gracias a su esencia más austral, se deja contemplar. Lo hace porque lo necesita, porque sabe que de algo hay que morir y que morir implica haberlo vivido.

Suave

Mientras las horas pasan, los muebles están en camino y los suspiros se calman, me dedico a hacer mi tarea favorita. Esta vez, como tantas otras, para intentar acomodar algo de todo esto. Qué poco precisa estoy últimamente...

El folklore es infaltable, infalible, sumamente necesario. Cuánta adrenalina en una sola decisión. Creo que ya no me interesa analizar más que las repeticiones. En este contexto, en este viento desenfrenado, todo gira y las consecuencias interesantes y seductoras como la madera.

No paro de hacerme preguntas, las necesito para entenderme, para saber por qué me detengo donde lo hago. Pienso inclusive en el propio análisis y reparo en detalles para justificar cada cosa que hago. No sé a quién le rindo cuentas.

Con todo el protagonismo que merezco subo la escalera simplemente para mirar desde arriba, me juzgo a mi misma y me repudio en los otros. Pero de qué me quejo si no he parado de elegir, será que también eso es complicado, me pregunto. Pienso en un buen whisky, en un cigarro dulce, en las veces que me encontré en esta situación. La repetición es algo que como he dicho, me inquieta…

Por otro lado, en el rincón más suave de toda la bahía, mi desvelo. Me descoloca tanto su mirada, su energía, es tan sensible, me gusta como me mira, como me habla, sus manos, sus detalles, su figura, sus piernas perfectas, su carruaje donde amo ser copiloto, el rock que le gustaría bailar. Porque al fin y al cabo creo que lo que me inquieta es él. La construcción de su camino, de su vida, de su casa. Su sensibilidad es maravillosa, y lo menciono de nuevo porque lo merece. Para sumar a la lista de cosas que no comprendo, podría seguir toda la noche. Qué suerte tengo de haberlo besado.

Miro para otro lado, pero la literatura en sus ojos me tiene hipnotizada. No para de hablar en miradas, de besarme, de dedicarme luz cada vez que nos tocamos. Qué ganas desesperadas de gritar que quiero verlo, que quiero besarlo y mirar al lago, a la luna, al techo. Soy cobarde, soy medida, siento que es lo mejor. A pesar de las flores que me adoso, no logro sincerarme conmigo misma. No logro ver para qué lado es la cuestión, y las sorpresas de la vida son sumamente intensas. Por otro lado las disfruto, como lo disfruto a él. A sus manos, repito, sus manos. Una mirada que no es la mía, que no esconde nada, que pide lo que desea, que se mide, pero que no le debe nada a nadie. Necesito que no se humanice, porque sino tendré que ir a buscarlo y eso será terrible, porque después de besarlo, me iré con él. Es dulce como peligroso, es tan simple que no deja de complicarse. Su ternura me está matando y no está conmigo porque no lo estoy dejando. Despedirlo fue un engaño, no podría no volver a besarlo.

A horas de que mí pasado mas presente me reciba con los brazos abiertos, sigo pensando en él. Cuanto amor tengo para dar, cuantos besos guardados, que capacidad tan inmensa para disfrutar de los cuerpos. Pero esto, no termina acá….

La rebelde

Mientras el sol se asoma por la ventana como si su intención fuera calentar mi falda, pienso en la belleza de la naturaleza, y en la forma que nos mimetizamos con ella. Su encanto nos seduce, nos convida energía y así salimos a la vida. Por lo menos así se sale en la patagonia….

Después de la lluvia, el agua derrite la nieve a toda velocidad como las vueltas desinteresadas de los autos que colean en pleno boulevard. El sol, seguro de lo que genera, te guiña el ojo y te susurra “¿… me permite esta pieza?” La calle te presenta el desafió de evitar el resbalón más doloroso del año, porque en el invierno todo se congela. Duele el encierro, la noche es eterna y a veces, solo necesitábamos un poquito de luz. El clima te mantiene ocupado y es tan atractivo que te enredas con él, cómo decirle que no, cómo? Tan mimetizada como quinceañera y pubertad, las condiciones climáticas hacen del sureño lo que un ciego a su audición, lo potencian.

Pero también está él… protagonista de la revolución, el viento. Llega para dificultarlo todo, para jugar un partido a todo o nada, pero no estas entrenado. Salen a pasear las heridas abiertas, los cuentos sin final, los ojos oscuros, las palabras afiladas, las intensiones que no fueron. Tener un refugio es una bendición, creo que nos convertimos lentamente en grandes buscadores de reparo. Somos frágiles porque el clima nos tiene a su servicio y lo único que podemos hacer es asentir con la cabeza.

Pero a veces el día se viste de gris, tacos aguja y un sombrero de humedad que pesa como la nostalgia. El cielo cubierto de nubes, no se ven las estrellas y esa quietud que no te deja quieto. Hoy es un día gris, de película de lagrimón, de charlas que no recordaremos, y de horas dedicadas a la nada misma, que no es poca cosa…. En medio de esa nada abrumadora, reflotan los fantasmas, las angustias, las cosas que molestan a mi corazón tan solo porque sí. Quisiera olvidarlo todo, y erradicar los procesos que no puedo procesar.

Le temo a esos temores que no conozco y soy tan ingenua que lo que acabo de decir no es más que una obviedad. Qué suerte que mañana sea otro día, que suerte es tener esta suerte.

La mujer ilustrada

Logicamente, si te hacés un tatuaje de pierna entera en pleno verano, la gente te mira, y cómo te mira. Algunos preguntaron "¿Cómo te hiciste una cosa así, no te dolio mucho?" y otros contemporaneos que no lo parecen tanto acotaron "Cuando seas grande qué vas a hacer", y fue ahí donde me perdí.

Analicé cada uno de los comentarios al mejor estilo "rama humanidades y ciencias sociales". Pero el que más me rebotó en la cabeza fue el último que mencioné. Traté de imaginarme de "grande", sin saber si todavia era "chica" o no, pero supuse que hablabamos de la tercera edad. Entonces me ví en un lugar hermoso, lleno de vegetación y naturaleza. Soy una convencida de que el paraiso esta en la tierra, pero tememos encontrarlo. A veces los caminos son mas arduos que otros, pero no dejan de conducirnos hacia donde queriamos ir.

Vi mis tatuajes, mis ilustraciones, como bien diria Ray Bradbury, y mi vida reflejada en tinta, literatura, lectura, escritura, naturaleza, amor y pasión, el motor de todas las cosas.

Tal como me imaginé de "grande", me vi hoy. Entendí que el concepto es el mismo, que no pasa por los años, ni por las etapas, pasa por uno. Cuando desperté miré por la ventana y vi un paisaje hermoso, vi luz, alegria y un camino que recién comienza...

Sin sentido... va... con uno menos.

Resulta que dejé mis lentes cuasi-permanentes en la óptica para que modifiquen su graduación. Mi astigmatismo aumentó como los pasajes a donde sea que nos querramos escapar. La jornada se acerca a su fin y las letras se siguen mezclando. Qué lunes tán extraño. Qué lunes tán lunes. El hecho de no tener las gafas, me trae dolor de cabeza. No de los muy intensos, pero una molestia importante en mi frente que no cesará.

Mas allá de todo, escribo, porque claro, no tener lentes es una cosa, pero no poder expresarse es otra. Por suerte a la jornada le queda menos de una hora de vida. Mis tareas están a punto caramelo como las vedettes que promocionamos en mi trabajo.

Jamás olvido mis auriculares, infaltables cuando la oficina no te deja pararte del giratorio asiento. Ahora suena Smashing Pumpkins, es para estos días... una de las bandas clave en la lista "Ojala que vengan el año que viene".

Mi dolor de cabeza aumenta, como mis ganas de retirarme hacia la parada del colectivo que me conduce a la arboleda de Escalada al 100. Puedo visualizar las copas moviéndose, el señor que fuma en la vereda, la luz del sol en la casa antigua de la esquina, la portera del edificio mirando la vida de los otros, el aire no tan fresco.

Ya pasamos la hora del té, pero aún no me lo tomé, ya sé, voy por él...

Viento... comentale a la lluvia...

Resulta que entrada la mañana, comienzo a soñar con la naturaleza y todo su folklore. Me canso de exteriorizar mis ganas de fugarme con doña Pacha Mama al invierno más crudo. En menos de un mes, me bajaré de un avión, contemplaré el oxigeno, la cordillera, el lago, la cultura, el arte, el amor y la tranquilidad. Qué mágico es ese pueblo, qué intenso es encontrarme con él, y esta vez, con mi gran amor...

Las horas pasan inadvertidas entre los monitores, la máquina de café y el ascensor, que aunque no fumo, me conduce al exterior. Av. Santa fé y Humboldt, qué distinto se ve a mi querida Av. Libertador, sí, la misma que te lleva hasta el glaciar, sí, esa misma. La misma que pasa por Pura Vida, por Don Diego, y por tantos lugares donde entendí que la cuidad jugaba otro juego...

El miedo de la urbe nos tapa los oidos, la boca y aún asi seguimos adelante. Cerrar los ojos e imaginar ese oxígeno es tan reparador. El mejor momento del día, lejos. Las personas transitan en un tren que no conduce a ningun lado, pero todos estamos arriba. Pagamos un pasaje muy caro y en el trayecto se sigue subiendo gente.

La gripe nos tocó el timbre como el dengue, la inflación, los robos sistemáticos y demás cliches que nos encanta sintonizar. Tenemos cines, festivales, reuniones, fiestas, algunos afectos, cotidianeidad desenfrenada, tecnología, hipermercados, shoppings, consumo, más consumo, medios, revistas de humor, revistas de humo, noticias, recitales. Todo lo cambiaría por una tarde en la bahia...

Inquie tú

Antes de quedarme dormida, y despuès de haber comido no solo lo que me satisfacía, pensé en realizar una última actividad que me agite lo suficiente como para hacer más intenso mi descanso. Hoy es recostarme en la cama, y presumir sonmigo misma sobre la hermosa herramienta que me compré con el fruto de mi esfuerzo para hacer lo que más me gusta. Escribir.

Rodeada de muebles con tantas anécdotas como segundos faltan para que me vaya, recuerdo cada momento. No fue comop Araoz, no, la verdad que no. pero fue solo mío. una soberbia maravillosa, un espcio único en el mundo, una introspección necesaria, un aprendizaje que no repetiré y mi desafío más hermoso.

Pero viene otro, este sí difícil, este sí lleno de recierdos ajenos y prejuicios de cuna. más allá del romanticismo desestructurado que practico, cómo me cuesta irme. Cómo me cuesta irme de mi misma y lanzarme hacia la locura. Y él es tán bello...

Necesito ir entendiendo por qué me cuesta tanto dar ese paso. Por qué pienso tanto en los momentos previos. Por qué me duele la panza como si estuviese enamorada de mi propio narcisismo. Una locura! Claro que sí.

Quizá no me inquieta el hecho de levantar campamento, el tema es que ya no habra soledad física. Porque definitivamente creo que esa soledad es física. Entonces qué tan malo puede ser? por otro lado es una decisión que celebro y.. él es tán increible... No estoy inquieta, no, para nada, de ninguna manera.

Motivarte

Interesante como pocas cosas en este mundo, es el hecho de reencontrase con uno mismo, volver al centro, mirar hacia arriba y que la noche te regale un guiño. Oh, qué placer es entender que más allá de las cenizas frías queda mucho por tratar.
¿Cómo escucharse cuando el silencio te ensordece?¿Cómo reconocer que evitar la auto destrucción es todo un desafío? Es tan duro atravesar ciertos momentos. Aquella noche fue tan lejana como la posibilidad de despertar de buen humor. Las letras se borraban de mi mente como la arena suele deslizarse entre mis dedos cando voy a la playa.
No pude recordar cómo era ser, y tuve miedo. Al otro día, era el mismo día, y el aire sofocaba mis ideas como si la cotidianidad fuese un chiste de mal gusto. Caminé las bellas cuadras hacia mi futuro y dejé que la jornada me sorprenda.
Durante la mañana no pude reconocer mis logros y solo me dispuse a castigarme con melodías pseudo masoquistas. Ay... qué cliché... En fin... como diría él...
De pronto sentí no merecer esa tortura, pero mi tristeza mas parecida a la nada misma, no me abandonaba ni por un segundo. El almuerzo fue periodístico, me enteré de malas noticias nacionales, barbaridades de colegas y terminé de comer mis verduras con gusto a poca cosa.
La tarde no terminaba más y mi acidez subía de tono. Tuve la suerte de no cruzarme con ningún afortunado/a que la deguste, eso sí que fue suerte. La jornada terminó y volví a las bellas cuadras. A la ida por Valentín Gómez, a la vuelta por Corrientes. La Avenida de los teatros.... qué ironía... Mi hogar hacia honor a su nombre, se veía precioso y reparador. Luego de lo que imagino habrá sido una maravillosa siesta, mi compañero negro, de pelaje brillante y collar carmín, me esperaba para besarme. Lejos, pero lejos, lo mas increíble del día. Las ideas empezaron a decantar y de a poco se hacia de noche. Fui por un rico manjar, habilité la cocina, el Jazz, mis ganas y comencé a bailar. Mi día había terminado. La cena estaba servida. La música sonaba y se hacia cargo de mí. El aire volvía a oxigenar y las paredes recuperaban su color. La noche volvía a ser apreciada y yo, no dejaba de bailar...

La noche que no es

El hecho de despreciar al reloj pulsera con tanto fervor, no es una simple negación que nació vaya uno a saber cuando. Lucir uno en mi muñeca izquierda, no me permite administrar los días, horas, minutos, interminables noches. El tiempo transcurre porque ese es su trabajo, tenga un bonito Mistral o no.
Qué fácil y tedioso sería controlar cada emoción en el tiempo. Pero debo reconocer que a veces me gustaría que las noches terminaran mas rápido, reposar y que todo vuelva a la ¿normalidad?. El cielo se me cayo encima y me recordó las veces que lo miré detenidamente. Era maravilloso, porque la noche era nuestra y ahora es solo mía.
Recuerdo por qué me detuve y decidí que la oscuridad natural me encandilara. Tuve el valor para robarme el espacio. Cómo me cuesta reconocerlo. Cómo me cuesta entender los efectos residuales y entender además que soy parte de ellos.
Lo que hoy no puedo recordar son los primeros ladrillos. ¿De qué estábamos hechos? Siento que el tiempo se cobra mis decisiones y que no puedo hacer nada al respecto. Acepto la parte que me toca, no me arrepiento, lo deseaba profundamente, pero no puedo fingir que no me duele, porque sí, hoy, me duele...

Los Escribas

De causalidad, si es que existe, encontré en la TV un documental dedicado a Adolfo Bioy Casares. El sonido era pésimo, el camarógrafo movía tanto la cámara que parecía ebrio en plena grabación de un cumpleaños de 15.

Cabe aclarar que particularmente es un autor que me gusta y he leído. Por eso, mas allá de la calidad de lo que estaba mirando, no quería perderme sus palabras en voz alta.

De toda la entrevista me quedó grabada una frase que según Bioy, Borges siempre mencionaba cuando escribían juntos, "Qué descansado es escribir con otro". "Una lección a la soberbia", acota Bioy cuando termina de mencionar la frase de su amigo, en fín...

Automáticamente comencé a pensar en los textos compartidos. En el sentido de leerse, el deseo de comprender las palabras y comprenderse a sí mismos cada vez que lo llevamos acabo. ¿Acaso no es leer a otro el acto mismo de leer un libro, un texto, un ensayo, pensamientos? Alguien lo escribió, alguien recortó ese pedazo de la realidad y tuvo la suerte de saber transmitirlo en palabras.

Sin olvidarme de mi curiosidad por entender en qué pensaba el escritor cuando redacta sus textos, me preparé para el largo viaje al oeste. Agarré un libro de historias breves de Cortázar, un abrigo y emprendí mi viaje.

La estación estaba llena de caras madrugadas, niños de todas las edades y gente que corría, inclusive un día domingo. El tren se retrasó media hora por razones que desconozco, pero estaba vacío, así que me senté junto a la ventaba mientras el sol calentaba mi falda y me puse a leer.

Una de las Historias de Cronopios y de Famas, hablaba sobre el tiempo. Imaginé que el autor se empecinaba en explicarme lo inutil que le parecia el reloj, estar pendiente del tiempo, la ansiedad, el "autoapuro" para llegar a ningún lado. La misión de construir al tiempo con nuestras acciones.

En ese momento entendí que leo porque lo necesito, porque me fascina, porque no paro de construir imágenes, historias, reflejos, personajes. Entendí que vale la pena cada sonrisa que desato en un relato divertido, y cada exaltacion que me provocan ciertas frases.