Suave

Mientras las horas pasan, los muebles están en camino y los suspiros se calman, me dedico a hacer mi tarea favorita. Esta vez, como tantas otras, para intentar acomodar algo de todo esto. Qué poco precisa estoy últimamente...

El folklore es infaltable, infalible, sumamente necesario. Cuánta adrenalina en una sola decisión. Creo que ya no me interesa analizar más que las repeticiones. En este contexto, en este viento desenfrenado, todo gira y las consecuencias interesantes y seductoras como la madera.

No paro de hacerme preguntas, las necesito para entenderme, para saber por qué me detengo donde lo hago. Pienso inclusive en el propio análisis y reparo en detalles para justificar cada cosa que hago. No sé a quién le rindo cuentas.

Con todo el protagonismo que merezco subo la escalera simplemente para mirar desde arriba, me juzgo a mi misma y me repudio en los otros. Pero de qué me quejo si no he parado de elegir, será que también eso es complicado, me pregunto. Pienso en un buen whisky, en un cigarro dulce, en las veces que me encontré en esta situación. La repetición es algo que como he dicho, me inquieta…

Por otro lado, en el rincón más suave de toda la bahía, mi desvelo. Me descoloca tanto su mirada, su energía, es tan sensible, me gusta como me mira, como me habla, sus manos, sus detalles, su figura, sus piernas perfectas, su carruaje donde amo ser copiloto, el rock que le gustaría bailar. Porque al fin y al cabo creo que lo que me inquieta es él. La construcción de su camino, de su vida, de su casa. Su sensibilidad es maravillosa, y lo menciono de nuevo porque lo merece. Para sumar a la lista de cosas que no comprendo, podría seguir toda la noche. Qué suerte tengo de haberlo besado.

Miro para otro lado, pero la literatura en sus ojos me tiene hipnotizada. No para de hablar en miradas, de besarme, de dedicarme luz cada vez que nos tocamos. Qué ganas desesperadas de gritar que quiero verlo, que quiero besarlo y mirar al lago, a la luna, al techo. Soy cobarde, soy medida, siento que es lo mejor. A pesar de las flores que me adoso, no logro sincerarme conmigo misma. No logro ver para qué lado es la cuestión, y las sorpresas de la vida son sumamente intensas. Por otro lado las disfruto, como lo disfruto a él. A sus manos, repito, sus manos. Una mirada que no es la mía, que no esconde nada, que pide lo que desea, que se mide, pero que no le debe nada a nadie. Necesito que no se humanice, porque sino tendré que ir a buscarlo y eso será terrible, porque después de besarlo, me iré con él. Es dulce como peligroso, es tan simple que no deja de complicarse. Su ternura me está matando y no está conmigo porque no lo estoy dejando. Despedirlo fue un engaño, no podría no volver a besarlo.

A horas de que mí pasado mas presente me reciba con los brazos abiertos, sigo pensando en él. Cuanto amor tengo para dar, cuantos besos guardados, que capacidad tan inmensa para disfrutar de los cuerpos. Pero esto, no termina acá….

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