Sin sentido... va... con uno menos.

Resulta que dejé mis lentes cuasi-permanentes en la óptica para que modifiquen su graduación. Mi astigmatismo aumentó como los pasajes a donde sea que nos querramos escapar. La jornada se acerca a su fin y las letras se siguen mezclando. Qué lunes tán extraño. Qué lunes tán lunes. El hecho de no tener las gafas, me trae dolor de cabeza. No de los muy intensos, pero una molestia importante en mi frente que no cesará.

Mas allá de todo, escribo, porque claro, no tener lentes es una cosa, pero no poder expresarse es otra. Por suerte a la jornada le queda menos de una hora de vida. Mis tareas están a punto caramelo como las vedettes que promocionamos en mi trabajo.

Jamás olvido mis auriculares, infaltables cuando la oficina no te deja pararte del giratorio asiento. Ahora suena Smashing Pumpkins, es para estos días... una de las bandas clave en la lista "Ojala que vengan el año que viene".

Mi dolor de cabeza aumenta, como mis ganas de retirarme hacia la parada del colectivo que me conduce a la arboleda de Escalada al 100. Puedo visualizar las copas moviéndose, el señor que fuma en la vereda, la luz del sol en la casa antigua de la esquina, la portera del edificio mirando la vida de los otros, el aire no tan fresco.

Ya pasamos la hora del té, pero aún no me lo tomé, ya sé, voy por él...

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