La noche que no es

El hecho de despreciar al reloj pulsera con tanto fervor, no es una simple negación que nació vaya uno a saber cuando. Lucir uno en mi muñeca izquierda, no me permite administrar los días, horas, minutos, interminables noches. El tiempo transcurre porque ese es su trabajo, tenga un bonito Mistral o no.
Qué fácil y tedioso sería controlar cada emoción en el tiempo. Pero debo reconocer que a veces me gustaría que las noches terminaran mas rápido, reposar y que todo vuelva a la ¿normalidad?. El cielo se me cayo encima y me recordó las veces que lo miré detenidamente. Era maravilloso, porque la noche era nuestra y ahora es solo mía.
Recuerdo por qué me detuve y decidí que la oscuridad natural me encandilara. Tuve el valor para robarme el espacio. Cómo me cuesta reconocerlo. Cómo me cuesta entender los efectos residuales y entender además que soy parte de ellos.
Lo que hoy no puedo recordar son los primeros ladrillos. ¿De qué estábamos hechos? Siento que el tiempo se cobra mis decisiones y que no puedo hacer nada al respecto. Acepto la parte que me toca, no me arrepiento, lo deseaba profundamente, pero no puedo fingir que no me duele, porque sí, hoy, me duele...

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