Vino un día, y me aburrió

Recordé que quería hablar sobre la facilidad con la que pierdo la memoria. Por ejemplo, que no sé cómo me alcanza el tiempo para aburrirme, viviendo realmente como se me viene en ánimo, humor, ganas. La respuesta es que sí, realmente creo que sufro El Síndrome de Aburrimiento Generalizado. Las ideas abundan, inundan y por ende arrugan parte de mis particularidades más seductoras. Todo esto solamente porque estoy aburrida/ no divertida. Entretenerme es vital, a tal punto que vendría a ser el pilar fundamental de mi profesión, mis relaciones, mi sexo, mi cocina. Es cierto también que no me gusta hablar de mí, y siempre termino ejemplificando mis textos con parte de mi vida. Acaso me estoy quedando desnuda sin darme cuenta? Qué suerte he tenido en poder disfrutar de esta computadora, es lo que necesitaba para escribir… Acá es donde podría empezar a hablar sobre la escritura: el arte más hermoso y millones de adjetivos que todos conocemos, por lo menos de nombre… También puedo explayarme por la tangente del aburrimiento generalizado y por ahí sí, en una de esas, me empiezo a divertir un poco.

Por un lado adquirí la capacidad de poder expresar cada una de las cosas que me sorprenden. También podría decir que todo me sorprende y necesito escribirlo para darle aún más sentido, del que le agrego justamente, por estar aburrida. Cuantas cosas podría hilar en esta última frase.

En el subte de la línea B, el que me conduce a mi domicilio, el rojo, sí, el rojo sangre. Frente a mí viajaba un adolescente en pleno abandono de esta etapa, con unos enormes auriculares. Su cara decía “estoy compenetrado en el tema, haciendo el video clip mientras lo escucho.” Era tan claro que no podía dejar de mirarlo. Pero, ¿Por qué estaba tan aburrido? Cuantas necesidades encontradas en un mismo vagón y en un mismo texto.

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